No debería sorprender a los pasajeros si, al intentar pagar su billete en el futuro, independientemente de la cantidad que necesiten cambiar —incluso si es una simple moneda de 2 euros—, reciben un comprobante para recoger su cambio al día siguiente en Plaza Aragón. Pero esto no es todo: la empresa Avanza no solo invita a sus trabajadores que adelanten el dinero de su propio bolsillo para cubrir estos cambios durante la jornada, sino que también les obliga a gestionar la reposición de ese efectivo en su tiempo libre. Lo más preocupante es que, debido a la pésima logística de la empresa, ni siquiera les facilitan los recursos necesarios para cumplir con esta tarea. Esta situación no solo perjudica a los empleados, sino que también refleja una gestión deficiente que afecta directamente a la calidad del servicio que reciben los usuarios.
Pese a estas dificultades, Avanza aspira a renovar su contrato como concesionaria del servicio de autobús urbano en Zaragoza. Sin embargo, su historial reciente plantea serias dudas sobre su capacidad para liderar una transformación real en la movilidad de la ciudad. Mientras otras urbes apuestan por modelos más innovadores y sostenibles, Zaragoza parece estancada en un sistema que no termina de responder a las expectativas de sus ciudadanos y mucho menos de sus empleados.
En definitiva, Avanza tiene ante sí el reto de mejorar su gestión logística y demostrar que puede ofrecer un servicio a la altura de las necesidades de Zaragoza. De lo contrario, su continuidad al frente del transporte urbano podría interpretarse como una perpetuación de los problemas actuales, en lugar de un avance hacia un sistema más eficiente y centrado en las personas. La ciudad merece una solución que priorice el bienestar de sus ciudadanos y trabajadores por igual.
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