Desde hace años, mientras los trabajadores del transporte urbano nos levantamos cada mañana con el mismo compromiso —llevar a la gente a su trabajo, a sus citas, a sus escuelas, a sus casas—, la gerencia de operaciones, guiada por un enfoque ajeno, frío y despectivo, ha convertido nuestro servicio en un calvario.
No es un simple “cambio de criterio”. Es una decisión sin sentido: la de alguien que llegó sin hacer un estudio previo, sin conocer nuestra ciudad, sin respetar lo que "funcionaba", sin escuchar a quienes vivimos este sistema desde dentro. Y ahora, con la arrogancia de quien cree que el transporte es un “problema de horarios” y no una vida en movimiento, ha eliminado lo que siempre fue lógico: los horarios de obra, con margen de tiempo real, para compensar lo que una obra en la ciudad no puede evitar.
¿Resultado? Autobuses que van de vacío (sin recoger usuarios)… porque los usuarios están atrapados en obras sin regulación alguna. Autobuses que se retrasan minutos… y esos minutos se convierten en más minutos de espera para ancianos, progenitores con carritos, personas con movilidad reducida, estudiantes que pierden clases. ¿Y quién paga? Nosotros. Los conductores, que cada día tenemos que hacer malabares con lo imposible: llegar a tiempo donde este ya no existe, desvíos de rutas sin apoyo, soportar gritos de usuarios que no saben que los culpables no somos nosotros.
Y luego están las marquesinas. ¡Las marquesinas! ¿Sabes qué significa no quitar una parada y poner una provisional? Significa que una abuela de 80 años, con su bastón, con su andador, debe arriesgarse a subir entre la obra, entre escombros y vallas, para acceder a un bus que llega con 15 minutos de retraso… porque gerencia “no lo consideró necesario”.
¿Y los carritos? ¿Las sillas de ruedas? ¿Los niños pequeños? ¿La seguridad? ¿Dónde está la seguridad en esta decisión?
Esto no es mala gestión. Esto es negligencia con premeditación.
Los conductores no somos máquinas. Somos personas. Hombres y mujeres que llevamos la ciudad en nuestras manos cada día, con profesionalidad, con empatía, con orgullo… mientras la gerencia actúa como si fuéramos piezas desechables en un plan de contabilidad.
Nosotros no pedimos privilegios. Pedimos respeto.
Pedimos que se escuche a quienes conocemos las calles.
Pedimos que se respeten las paradas, los tiempos, las personas.
Pedimos que dejen de tomar decisiones desde un despacho, con un mapa en la pantalla, sin haber subido nunca a un bus en hora punta.
La ciudad no es un gráfico.
Los usuarios no son estadísticas.
Y nosotros… no somos los culpables.
Porque el transporte público no se gestiona con mapas. Se gestiona con humanidad.
SATTRA - Información | Documento original | Imagen - Agencia social Sattra




